La expectativa es enorme. Las miradas de miles de esperanzados pacientes están puestas sobre las investigaciones desarrolladas por el eminente científico venezolano Jacinto Convit, en torno a la terapia autoinmune para curar el Cáncer. Sin embargo, desde el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic), surgen voces que piden “que las autoridades detengan la aplicación de la vacuna a los participantes del proyecto”. Me pregunto si el Ivic ofrece algo mejor que el Dr. Convit para el tratamiento de esta terrible enfermedad. Me pregunto un poco más: ¿Ofrece el IVIC al menos una alternativa a la quimioterapia? O sólo se trata de “consideraciones éticas”. Por este desagüe se han perdido quizá cuantas alternativas viables para ésta y otras graves dolencias de la humanidad.
Los dogmáticos de la bioética que buscan frenar la investigación del Dr. Convit, así como la aplicación de la autovacuna en seres humanos, van en caída libre por el despeñadero que les impone la realidad. La investigación de Convit está inspirada en los mismos principios que sirvieron para desarrollar la vacuna contra la Lepra y, luego, contra la Leismaniasis. El modelo experimental de Convit para el desarrollo de la vacuna contra la Lepra incluyó pruebas previas con animales que incluían mamíferos, reptiles y peces.
Entre los principios básicos de la Bioética se cuenta el de no maleficencia, referido al respeto a la integridad física y psicológica del paciente, apuntando principalmente a aquellas técnicas que pueden acarrearle daños o riesgos severos. No puede quien esto escribe imaginar un procedimiento clínico que se aproxime más a esto que el de la Quimioterapia. El acceso a los servicios médicos es otro aspecto subyacente al tema de la Bioética. La autovacuna Convit tiene un costo de producción que oscila entre cinco y diez dólares, unos cuarenta y tres bolívares, siendo completamente gratuita para el paciente, lo cual contrasta abiertamente con los cuantiosos intereses de la industria farmacéutica transnacional. Un tratamiento de quimioterapia oral para un mes cuesta alrededor de doce mil bolívares. ¿Cuántos no mueren en el mundo por no poder acceder a los costosísimos tratamientos médicos contra el Cáncer?
Los protocolos médicos oncológicos, sometidos a todas las pruebas aprobadas por el establishment científico no han llegado más allá de ofrecer una sobrevida precaria del paciente con cáncer, en razón de su ineficacia y terribles efectos secundarios. Esa es la verdad. Cualquiera puede revisar las estadísticas.
¿Puede considerarse ético dar como única opción a los pacientes con cáncer un tratamiento que un número importante de oncólogos afirma que no se aplicaría a sí mismo o a un ser querido? ¿Cómo es que estos “gladiadores de la ética” siguen empeñados en defender como único un tratamiento capaz de causar daños permanentes en órganos tan vitales como el corazón, pulmones, riñón, hígado y órganos reproductores, entre otros, y que pueden hacer sobrevenir incluso la muerte del paciente?
Los pacientes que se someten al tratamiento autoinmune del Instituto de Biomedicina lo hacen a plena conciencia de que se trata de un protocolo en fase experimental, ejerciendo su sagrado derecho a decidir autónomamente sobre los aspectos vitales de su existencia.
No se corresponde con la ética poner a los pacientes en el callejón sin salida de la costosa y perniciosa Quimioterapia. Lo verdaderamente ético sería colocarse al lado de esta investigación e invertir todos los esfuerzos científicos en impulsarla, en vez de pedir, cual inquisidor, que se detenga. Los “modelos experimentales”, los “protocolos aprobados”, el dogmatismo y la defensa de multimillonarios intereses no pueden estar por encima de la vida misma. Viene a mi memoria Galileo Galilei, cuando agregó, inmediatamente después de retractarse ante la Santa Inquisición, “y sin embargo se mueve”.
Convit ha sido objeto de los más importantes reconocimientos del mundo científico a escala planetaria, pero ninguno será, seguro estoy, más indeleble y apreciado que la gratitud de su pueblo y el de la humanidad toda.
Los dogmáticos de la bioética que buscan frenar la investigación del Dr. Convit, así como la aplicación de la autovacuna en seres humanos, van en caída libre por el despeñadero que les impone la realidad. La investigación de Convit está inspirada en los mismos principios que sirvieron para desarrollar la vacuna contra la Lepra y, luego, contra la Leismaniasis. El modelo experimental de Convit para el desarrollo de la vacuna contra la Lepra incluyó pruebas previas con animales que incluían mamíferos, reptiles y peces.
Entre los principios básicos de la Bioética se cuenta el de no maleficencia, referido al respeto a la integridad física y psicológica del paciente, apuntando principalmente a aquellas técnicas que pueden acarrearle daños o riesgos severos. No puede quien esto escribe imaginar un procedimiento clínico que se aproxime más a esto que el de la Quimioterapia. El acceso a los servicios médicos es otro aspecto subyacente al tema de la Bioética. La autovacuna Convit tiene un costo de producción que oscila entre cinco y diez dólares, unos cuarenta y tres bolívares, siendo completamente gratuita para el paciente, lo cual contrasta abiertamente con los cuantiosos intereses de la industria farmacéutica transnacional. Un tratamiento de quimioterapia oral para un mes cuesta alrededor de doce mil bolívares. ¿Cuántos no mueren en el mundo por no poder acceder a los costosísimos tratamientos médicos contra el Cáncer?
Los protocolos médicos oncológicos, sometidos a todas las pruebas aprobadas por el establishment científico no han llegado más allá de ofrecer una sobrevida precaria del paciente con cáncer, en razón de su ineficacia y terribles efectos secundarios. Esa es la verdad. Cualquiera puede revisar las estadísticas.
¿Puede considerarse ético dar como única opción a los pacientes con cáncer un tratamiento que un número importante de oncólogos afirma que no se aplicaría a sí mismo o a un ser querido? ¿Cómo es que estos “gladiadores de la ética” siguen empeñados en defender como único un tratamiento capaz de causar daños permanentes en órganos tan vitales como el corazón, pulmones, riñón, hígado y órganos reproductores, entre otros, y que pueden hacer sobrevenir incluso la muerte del paciente?
Los pacientes que se someten al tratamiento autoinmune del Instituto de Biomedicina lo hacen a plena conciencia de que se trata de un protocolo en fase experimental, ejerciendo su sagrado derecho a decidir autónomamente sobre los aspectos vitales de su existencia.
No se corresponde con la ética poner a los pacientes en el callejón sin salida de la costosa y perniciosa Quimioterapia. Lo verdaderamente ético sería colocarse al lado de esta investigación e invertir todos los esfuerzos científicos en impulsarla, en vez de pedir, cual inquisidor, que se detenga. Los “modelos experimentales”, los “protocolos aprobados”, el dogmatismo y la defensa de multimillonarios intereses no pueden estar por encima de la vida misma. Viene a mi memoria Galileo Galilei, cuando agregó, inmediatamente después de retractarse ante la Santa Inquisición, “y sin embargo se mueve”.
Convit ha sido objeto de los más importantes reconocimientos del mundo científico a escala planetaria, pero ninguno será, seguro estoy, más indeleble y apreciado que la gratitud de su pueblo y el de la humanidad toda.
Edison Nava. C.I.: 11.431.416
Twitter: @enavam
1 comentario:
Apoyo esta iniciativa ya q mis seres querido han muerto por esta terrible enfermedad siga adelante Dr Convit y recuerde q el universo esta conspirando para q ud tega exito
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