miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL MÉDICO Y CIENTÍFICO VENEZOLANO CELEBRA CIEN AÑOS DE VIDA

Jacinto Convit, 
constancia, sencillez y esfuerzo
No sólo descubrió la vacuna contra una enfermedad temible: la lepra, sino que sus aportes han contribuido a luchar contra otros males






Cmpartimos esta nota publicada el día de ayer (3 de septiembre) en la edición "En El Aula" del diario El Nacional >> http://bit.ly/1ag2zpE

Jacinto Convit, constancia, sencillez y esfuerzo

No sólo descubrió la vacuna contra una enfermedad temible: la lepra, sino que sus aportes han contribuido a luchar contra otros malesAl abuelo le gustaba recostarse sobre un mueble y tener a su alrededor niños que jugaran. Su pelo blanco ya pintado por el pasar de los años era el reflejo de mucha sabiduría, aunque para los más pequeños era motivo de bromas. Le decían: "Abuelo mira que lindo te quedó el peinado", y él se reía, pues se regocijaba con las travesuras de sus nietos. La anécdota la recuerda quien en ese entonces era una de esas niñas, Ana Federica Convit.

El protagonista de la historia es Jacinto Convit, reconocido científico venezolano que trabajó más de 50 años para desarrollar la vacuna contra la lepra, una enfermedad bacteriana crónica de la piel y de los nervios de las manos y los pies, altamente contagiosa. La sufren los seres humanos y los armadillos (cachicamos), y fue gracias al estudio de estos pequeños mamíferos que se fabricó la vacuna. 

Nacido en La Pastora el 11 de septiembre de 1913 y próximo a cumplir 100 años de edad, siempre ha llevado una vida sencilla y llena de principios que le inculcaron sus padres: Francisco Convit y Flora García. Cuándo era pequeño, la familia vivió una difícil situación económica, tanto que Convit alternaba los zapatos con sus hermanos. Su padre, hombre honrado, justo y trabajador, les enseñó a sus hijos la importancia del estudio y el trabajo. Y con ese credo creció. 

Cuando era estudiante de Medicina visitó Cabo Blanco, el lugar donde aislaban a los leprosos. Aquello lo impactó tanto que lo impulsó a ayudar a las personas. 

Quién diría que años más tarde salvaría muchas vidas de los riesgos de ese mal con la vacuna que descubrió. 

Contrajo matrimonio con Rafaela Marotta, de origen italiano. De la unión nacieron cuatro hijos: Francisco, que estudió Administración; Oscar, que falleció en un accidente de transito, y los morochos Antonio y Rafael, ambos médicos. 

Ana Federica recuerda que su abuelo decía que "su Rafaela" era una de esas mujeres que estaban en peligro de extinción: "Fue la mejor esposa, madre y abuela; el pilar de la familia". Cuenta que era muy expresiva y que "hablaba hasta con la pared". Falleció hace dos años. 

Benefactor de los leprosos. Jacinto Convit estudió Medicina en la Universidad Central de Venezuela, donde recibió el título de doctor en Ciencias Médicas en octubre de 1938. Ese año entró como residente en la Leprosería de Cabo Blanco y 10 años más tarde fue nombrado director de esta institución. 

Inició una batalla a favor de los leprosos y luchó contra el aislamiento y el maltrato de los enfermos con implantación de tratamientos ambulatorios. Una de las cosas que más le impresionaba no era la enfermedad, sino el maltrato que recibían quienes padecían la enfermedad. 

Tiempo después fundó, junto con un grupo de colegas, la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venerología. En 1944 se incorpora al Hospital José María Vargas de Caracas, donde fue jefe del Servicio de Dermatología. 

La calidad de sus trabajos y su dedicación fueron premiadas desde los comienzos de su carrera, en la que ha brindado importantes aportes para el estudio científico del control de enfermedades en el mundo. Particularmente a la Organización Mundial de la Salud. 

Desde la trinchera de la docencia. Comienza la actividad docente en 1940 con la materia Medicina Tropical en la UCV. 

Se dedica a enseñar a los jóvenes aspectos clínicos y de laboratorio relacionados con la lepra. En 1967 crea la cátedra de Clínica Dermatológica en la Escuela de Medicina José María Vargas, y al poco tiempo se convierte en profesor titular jefe de la cátedra, en la cual se han formado cantidad de estudiantes. Poco después abre el primer posgrado de Clínica Dermatológica y al año siguiente el de Microbiología Médica. 

En 1972 funda el Instituto Nacional de Dermatología, que se constituye en un centro de intensa actividad científica con cerca de 20 secciones. En 1984 cambia de nombre por el de Instituto de Biomedicina, debido a que sus actividades traspasaron las fronteras de la Dermatología. El centro es el reflejo y el empeño de Convit y su equipo. 

Convit ha hecho contribuciones de gran relevancia no sólo sobre la lepra, sino también en otras áreas de la salud, siempre relacionado con el combate y control de enfermedades. Ha publicado más de 230 trabajos en revistas nacionales y extrajeras; una de las contribuciones que le dio más relieve internacional fue el desarrollo de la vacuna contra la lepra. 

Su nombre ha figurado en institutos o centros de mucha importancia en el país y en el exterior. En 1968 fue designado presidente de la Asociación Internacional de la Lepra y de la Internacional Journal of Leprosy Corporation. En 1971 fue nombrado director del Centro Cooperativo para el Estudio Histológico y Clasificación de la Lepra, y en 1976 fue elegido director del Centro Panamericano de Investigación y Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales. 

Es considerado uno de los científicos venezolanos más queridos; un hombre indudablemente sencillo. Los trabajos científicos publicados en su mayoría son elaborados en equipo, sólo en contadas oportunidades es el autor exclusivo. Siempre habla en plural y ha reiterado que todo es el resultado del trabajo, la constancia y el esfuerzo en conjunto: "Yo soy uno en un equipo. Y ese equipo ha sido en mi vida uno de mis mayores logros". Sus aportes los ha disfrutado con sencillez, por eso en una oportunidad dijo: "Ganar un premio no me quita el sueño, el cáncer si". 

Una de sus grandes cualidades es su espíritu de niño, ese que le permite soñar, luchar, reír, curiosear, experimentar y seguir adelante, persistente y constante a pesar de las dificultades y los años. Ese niño que conserva vuela alto y nunca ha dejado de creer, dicen quienes lo conocen bien. 

Venezuela se siente orgullosa de tener un hijo llamado Jacinto Convit.

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