jueves, 26 de agosto de 2010

“UN VIAJE POR LA CIENCIA”

Ni la eternidad le alcanzaría al Dr. Jacinto Convit, aunque a sus 97 años, sigue trabajando inagotablemente por encontrar la cura a las enfermedades que aún siguen sin respuesta. Este científico y médico venezolano, obtuvo en 1938 el grado de Doctor en Ciencias Médicas en la Universidad Central de Venezuela. Desde entonces, sus años de vida han sido de total entrega a su profesión y sí que han valido la pena.

 
# Todo comenzó en su segunda Universidad

“Ingresé en la antigua Leprosería de Cabo Blanco como residente, y esto representó mi segunda universidad. Las condiciones en las que se encontraba el lugar eran lamentables, pues estaba concebida para realizar el aislamiento compulsorio y albergaba unos 1200 enfermos provenientes de todo el país.

Allí aprendí cuánto sufre el ser humano por estar enfermo y decidí tomar medidas al respecto. El primer esfuerzo que se hizo para cambiar esa grave situación fue organizar un equipo de investigación para encontrar un medicamento eficaz para tratar al enfermo de Lepra. Después de algunos años de investigación, logramos determinar que un derivado de un compuesto (Sulfota), Diamino-Di-fenil-Sulfona (DDS) y la Clofazimina, tenían sufi ciente efectividad para curar la enfermedad. Esto tuvo una feliz consecuencia: eliminar el aislamiento y por lo tanto, las leproserías”.

Pero, esto fue sólo el comienzo. Actualmente, se encuentra desarrollando un modelo de inmunoterapia del cáncer que puede resultar transcendental, pues hasta el momento, sus efectos han sido bastante alentadores.



# Si todos fuesen como él...

El mundo necesita muchos doctores Convit, que “amen y sirvan al prójimo” como él. “Yo creo que los sentimientos de amor hacia el ser humano estimulan la vocación de servicio, que no es otra cosa que un profundo amor a la vida. La profesión médica no es una profesión para dedicarse a producir dinero. El que abraza esta profesión, tiene que tener un convencimiento profundo de que es un servidor público, en todo sentido”.

Y si aún hay dudas de su sentir después de estas declaraciones, al preguntarle cuál había sido su mayor reconocimiento, él afi rmó: “la sonrisa de un enfermo curado”, todavía me sorprendo con su sencilla respuesta, ya que ha sido nominado a un Nobel y tiene en su lista cientos de importantes galardones.



# Tan sólo una de sus tantas

“Una noche, cuando apenas comenzaba mi trabajo como médico residente de la Leprosería de Cabo Blanco, me llevaron un pobre hombre encadenado y custodiado con guardias armados. Un hombre que lo único que tenía era Lepra. Entonces comprendí la enorme injusticia que se estaba cometiendo al condenar a inocentes a una cadena perpetua, por el sólo hecho de estar enfermos. Me di cuenta de que la verdadera lucha no era contra la enfermedad, sino contra el prejuicio y la mezquindad que la acompañaban”.

Esa lucha nunca acabó. Hoy por hoy continúa trabajando por cumplir su misión: “mi misión en este mundo es hacer un esfuerzo por otros seres que lo necesitan y la profesión médica, que es la más extraordinaria de las profesiones, es la que le da al ser humano la mayor oportunidad de expresar su amor por la gente. Por eso, tenemos que hacer un gran esfuerzo para ser los mejores médicos del mundo, lo cual implica no sólo albergar conocimientos, sino alimentar los sentimientos necesarios para comprender y ejercer nuestra misión”.

Termino como él mismo lo hizo: “los hombres de ciencia, los científicos, luchamos contra lo imposible, consagrándonos a los demás, transitando los posibles caminos para lograr que la vida se parezca cada vez
más a la vida”.

 



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